viernes, septiembre 16, 2005

Álvaro Aponte

Sería imperdonable no dedicarle un espacio del bestiario al máximo autogoleador del fútbol colombiano. Este defensor central vallecaucano ha militado en (tome aire): América, Unión, Santa Fe, Cortuluá, Tolima, Cúcuta, Millonarios, Chicó, Pumas, Centauros y otra vez Cortuluá, club en el que se espera, no es seguro, termine su carrera habiendo ya ascendido al cuarto piso. Sobre sus condiciones se puede decir que es un defensor central con buen cabeceo y aceptable velocidad. Sin embargo, esto pasa a segundo plano a la hora de hablar de la virtud que lo hizo acreedor a un sitial de honor en los anales de nuestro balonpié: su increíble capacidad autogoleadora. Obviamente, cada autogol tiene su historia entre trágica y cómica y Aponte es toda una antología andante del autogoleo. Para este espacio rescataremos solo una de sus autoejecutorias, que compartimos a continuación.
Álvaro Aponte llegó a Millonarios a mediados de 1997 en medio del escepticismo sobre su nivel (venía del Cúcuta, colero del campeonato) y alguna prevención en relación con su ya conocida habilidad. Pasaron los partidos y Aponte fue despejando las dudas que se tenían sobre su nivel mostrando un nivel aceptable que le permitió consolidarse en la titular del onceno capitalino. La hinchada poco a poco fue olvidando el asunto y se acostumbró a ver a Aponte liderando la zaga albiazul. Sin embargo, no eran pocos los hinchas que aun guardaban un macabro temor pues habían transcurrido más de dos meses y Aponte no se había hecho autopresente en el marcador. Avanzó el campeonato (adecuación, se llamó ese segundo semestre de 1997) y Millonarios llegó a una instancia definitiva en la que definía ante el Cali el ganador del primer torneo que tendría como premio un punto de bonificación que se haría efectiva en los cuadrangulares finales. Millonarios con la victoria, lograría el primer lugar de su grupo y la consabida bonificación. A pocos minutos del final, Millonarios ganaba 1-0 en una noche lluviosa (como siempre que juega el Cali en Bogotá) y se aseguraba la preciada bonificación. Faltando pocos minutos un lateral del Cali incursionó por su banda y envió un balón rasante al corazón del área. La suerte de ese balón no podía ser otra que las piernas de Aponte. El sino trágico de su destino volvía a aparecer en forma de autogol. El temor que la hinchada venía albergando se hizo realidad: el autogol de Aponte no fue el descuento de una cómoda victoria 3-0 como locales, ni el que enviaría por el retrete una guerreada victoria en campo ajeno. No, llegó en el único momento en que no podía llegar, cuando más dolió. Con ese punto de bonificación la historia habría podido ser otra y a Millonarios no le habría tocado ese cuadrangular en el que Bucaramanga goleó a Junior en Barranquilla en un partido que aún no se sabe si en efecto se disputó y que privó al equipo azul de disputar el título.
La vida siguió, Aponte militó varias temporadas más en Millonarios y no volvió a marcar autogoles. De nada sirvió, refrendó su fama cuando menos debía hacerlo y eso fue suficiente.
Con información de códigof.