lunes, octubre 03, 2005

Felipe Nery Franco



Colombia lo conoció por ser uno de los atacantes más raros que haya pasado por nuestras pintorescas canchas. Su facha puerca, de pelo largo y cochino, mas su larga barba descuidada, le valió que algún narrador lo bautizara como “El apóstol”.

Apóstol, claro, de la extraña intolerancia, pues era un habitual abonado a las expulsiones. Y aunque alcanzó a meter algunos goles importantes para el Unión Magdalena y el Cúcuta (él fue uno de los jugadores motilones que logró la hazaña de colar al Cúcuta Deportivo por primera vez en los octogonales finales, año 1988) el paraguayo nunca fue un hombre descollante.


Un buen día de diciembre de 1990 su presencia sorprendió al mundo entero: hacía parte de la nómina titular de Olimpia, que jugaba la final de la Copa Intercontinental de Clubes frente al Milan. Pasó como un soplo del Eduardo Santos de Santa Marta al Estadio Nacional de Tokio.

Y Nery Franco seguía exacto al de toda la vida: con el pelo grasoso y alborotado y el uniforme puerco en el himno nacional. Franco Baresi tuvo que marcarlo en un par de ocasiones y, lógico, lo borró. Pero el mundo ya había visto lo más importante de ese encuentro: la presencia omnipotente de “El Apóstol”.

Imagen Izq: Cortesia Orlando López.

ustedes-no-existen