Portero de muy cuestionables actuaciones bajo los tres palos del siempre sufrido Cúcuta Deportivo. Él es uno de los referentes de la triste historia del equipo motilón a finales de los ochenta y principios de los noventa, pues nadie se había visto tan vulnerable bajo los tres palos. Y justo ese lastre tuvo que soportarlo el Cúcuta.
En 1988 tuvo su oportunidad de atajar algunos partidos de los octogonales finales con los rojinegros y él particularmente es dueño de una triste historia: jugando contra Millonarios en Bogotá, comenzó con el teatral y reprobable acto de fingir graves lesiones en un partido que su conjunto iba perdiendo 5-0.
El recuerdo está clarísimo: de buzo amarillo, pantaloneta negra y medias negras, cayó súbitamente al suelo y gritaba (o balaba) como una oveja a la que después de trasquilarla le echan aftershave. Otros compañeros suyos como Francisco Castell, Néstor Saavedra, Winston Girón y algún otro genio que la memoria olvida siguieron su ejemplo y, como si hubieran sido víctimas de Jason, el asesino de Martes 13, daban los alaridos de dolor más aterradores que alguna vez se hubieran oído en El Campín.
Sin embargo los mencionados no tenían ningún tipo de dolencia. Estaban fingiendo, gracias a una treta del presidente del club para retirar el equipo del campo, cosa que finalmente ocurrió.
Luego Mosquera fue partícipe (cómo no) de la más ignominiosa derrota del Cúcuta en primera división: el América de Jorge Da Silva, Sergio Angulo y otros tantos, le metió nueve goles en El Pascual Guerrero. La presencia del emergente y supuestamente talentoso
Daniel Gómez lo fue relegando a la banca paulatinamente hasta que nadie más supo de su paradero.
ustedesnoexisten